31 enero 2009

Vientos de Vida

Una antigua cantinela de escuela pregona que “el viento es el aire en movimiento”. Después de haber jugado tantas veces con la frase, hasta hoy no había caído en la cuenta de que en realidad vivo con ella.

En mi costera ciudad, sólo puedo concebir la vida si está rodeada de vientos, de tal modo que raro es el día que no me muevo a favor o en contra de alguno de ellos.

Hora fuertes, hora suaves; hilos invisibles que se empeñan en empujarme a favor o en contra de mis objetivos cargando de intenciones ajenas lo que aparentemente sólo debería pertenecerme a mí.

A veces, con el ímpetu del viento del este: fuerte, seco, descorazonador; se desata con rachas imprevisibles. Aire que te baja la tensión arterial, apropiándose de tu capacidad de movimiento, anulando tu voluntad, convirtiéndote en un muñeco de trapo. Como si pretendiera hacer de ti un zombi...

Su opuesto, el de poniente: el amistoso y ligero, pero muy influyente. Suele aportar frescura (mientras no se alíe con la lluvia). Pero cuando el poniente llora sobre ti la vida se convierte en tempestad temible; su humedad te cala hasta lo más hondo y a veces deja allí aguijones insidiosos que te molestarán no se sabe hasta cuándo. Lo mejor y lo peor. Un viento de doble filo.

Vientos violentos, capaces de llevarte en volandas, sin dejarte sentir el control. Impulsos inasibles de un aire que te precipita, te frena o te desvía.

También está el viento del norte, helado y húmedo. Es capaz de lavarte y enfriarte; de agarrotar tus articulaciones con su gelidez dejándote como tonto, inerte... una extraña sensación que tras su partida desemboca en el contrapunto agradable: gracias a él, habrás aprendido a mirarlo todo con más claridad, más justicia; sobre todo a ti mismo. Ha saneado tu vida, como esa medicina que tiene mal sabor al tragarla pero a la larga te beneficia.

Y, cómo no, está el viento del sur: cálido, caprichoso y escaso. Vahos del desierto que todo lo dejan seco, achicharrado. Traen el bochorno a tu vida, ayudándote a renegar de esas prendas que llevabas encima y que por fin descubres que te sobran. Sequedad de garganta, quemazón en los labios, pulsación en la frente,... viento que es falta de aire y ahogo en tu propia abundancia. Hastío de lo propio y hambre de desnudez.

Así son, más o menos, los vientos en la ciudad de mi vida.

Quizá hoy sea difícil entenderme, pero intúyeme al menos; y, por favor, antes de que cierre estos párrafos hazme llegar en la brisa un leve soplo de ti.

30 noviembre 2008

Estoy aquí

.
Acércate, pluma mía.
Acércate al papel y recorre a tu antojo su anchura. Traza en nítidas líneas las palabras que aún no sé que voy a decir.
¿Aún me esperabas? ¿Después de tanto tiempo? ¡Eso sí que es fidelidad! (¡qué poco abunda hoy la fidelidad!).
Durante mi ausencia, quizá vivieras desconcertada; créeme que no fue mi intención abandonarte. Es que tu contacto, tan suave, y tu peso, tan liviano, no eran merecedores de la tosquedad en la que me había alojado yo.
Hoy te saludo y te venero, querida pluma; aunque sabes que pronto te dejaré, siempre estarás ahí, dándome ese ingrediente de salud que a veces siento que me roban otros contactos, otros pesos...
En lo que a mí respecta, sabes que no soy propenso a ofrecer promesas eternas. Tendrás que seguir confiando en mi extraño apego (quizá dependencia) sólo sintiendo lo que mi piel llega a decirte sin palabras.
Como ya intuías,
como ya sabías, pluma mía,...
...Estoy aquí.
.

04 mayo 2008

El secreto de los libros

A menudo los hijos se nos parecen,
y nos dan la primera satisfacción...


Así comienza una canción de Serrat, y se me ha venido a la mente como prólogo para presentar el cuento que sigue a continuación.
El autor, mi hijo David (10 añitos), que me parece que promete en varias de sus habilidades; consiguió el primer premio en el concurso que organizó la escuela con motivo del Día del Libro.
Sin más dilación, su obra, con la portada que él mismo le hizo:


Un niño llamado Jimmy leía un libro que ni siquiera recordaba que lo tenía. El chico, en verdad, era un buenísimo lector y le encantaba estudiar. Mientras lo leía, por su mente pasó una voz que no había oído en su vida. La voz decía:

  • Jimmy, ¿te gusta mi historia?

Él se levantó del sillón de un salto y dijo:

  • ¿Quién eres?
  • Me llamo “La apasionante verdad”.
  • Ése es el título de mi libro.
  • Claro, porque lo soy.
  • ¿De verdad?
  • Sí. ¿Quieres venir a nuestro mundo?
  • ¿Qué quieres decir con “nuestro”?
  • Yo y los demás libros del mundo. Yo soy el rey y el único que puede hablar en vuestro mundo.
  • ¡Para el carro!... Los demás libros, ¿también hablan?
  • Pues claro. Bueno, qué: ¿vienes o no?
  • ¡Claro!

La voz desapareció de su mente. El libro que estaba leyendo se abrió por una página y se hizo hasta más grande que Jimmy. El libro dijo:

  • Ponte el cinturón.
  • ¿Cuál?

Pocos segundos después, Jimmy comprendió por qué lo dijo: era como volar a 1000 km/hora por un tubo. El libro dijo:

  • Éste es el conducto que separa mi mundo del tuyo.

Cuando por fin se acabó, Jimmy creía que alucinaba: todo estaba hecho de cuentos infantiles, libros de texto o incluso revistas, y, quién sabe, quizá esté ahí este mismo cuento que sostienes en tus manos.

Entraron en una librería, se posó en una estantería y dijo:

  • Oh… Librería, dulce librería. Jimmy, estás en tu estantería.
  • Señor libro, no se moleste, pero yo no puedo vivir en una estantería. Yo prefiero estar en mi ca…
  • ¡Silencio! Mientras estés aquí, vivirás como un libro.

Jimmy estaba algo confuso. No le habían hablado así en toda su vida, y menos un libro. Miró el reloj. Era tardísimo. Se acostó y se durmió.

  • Jimmy, Jimmy,… ¡JIMMY, DESPIERTA!

Jimmy se despertó de un respingón.

  • ¿Quieres conocer la ciudad?

El chico miró a su alrededor. Todos los libros les miraban entre murmullos. Contestó:

  • Vale, pero rapidito.

Cuando llevaban un rato, el cielo se llenó de nubes negras y apareció un chico gigantesco. Era pelirrojo, tenía la piel de un color gris oscuro y los ojos brillantes.

  • Oh, oh…
  • ¿Quién es?
  • Es “El Maligno”.
  • ¿Y por qué es tan maligno?
  • Cada vez que viene rompe, como mínimo, diez millones de libros.
  • Pues entonces, él y yo tenemos que ajustar cuentas… ¡Eh,. Tú, Señor Maligno!, ¿podemos hablar a solas, por favor?
  • ¿Y tú quién eres? Da igual, pero con la condición de que después dejes que rompa los libros.
  • De acuerdo, aunque no creo que vayas a querer.

Se escondieron detrás d eun edificio y se llevaron ahí un gran rato. Se llevaron tanto rato que los libros estaban preocupados. Cuando volvieron, El Maligno cogió un libro. El pobre estaba asustadísimo y se llevó una gran sorpresa cuando éste lo leía. Mientras, Jimmy contaba su problema:

  • Lo que le pasaba era que no sabía leer, así que le he enseñado y ya sabe lo interesante que puede ser un libro.
  • Entonces, ¿Ya no hace falta preocuparse?
  • Pues no.
  • ¡Muchísimas gracias, Jimmy! ¡Nos has salvado! ¿Te llevo a casa?
  • ¡Sí, por favor!

Cuando Jimmy llegó a casa se puso a leer tanto como El Maligno, que en verdad ya no era tan maligno.

F I N

14 abril 2008

A Miguel

.
Qué raro es echarte de menos;
lo digo por doble motivo:
por lo reciente que es tu partida,
y por lo breve que fue estar contigo.

Un día, dos meses, un año, tres lustros,
un rato de vida,
un trozo de mundo,
un río de risas,
un mar de disgustos...

No sé quién cogió más del otro;
lo digo por doble motivo:
por el pellizco que falta en mi alma
y porque siente que falta tu abrigo.

Un día, dos meses, un año, tres lustros,
un rato de vida,
un trozo de mundo,
un río de risas,
un mar de disgustos...

No sé dónde hallar qué decirte
que pueda tener hoy sentido:
en el silencio me quedo buscando
y las palabras se me hacen ruido.

Un año, dos meses, un día, un rato,
un mundo sin risa,
un cielo sin astros,
un mar sin orillas,
un hombre sin manos...

Qué pronto se han ido tus risas;
lo digo por doble motivo:
porque vinieron en medio de nada
y porque en nada que vienen se han ido.

Un año, dos meses, un día, un rato,
un mundo sin risa,
un cielo sin astros,
un mar sin orillas,
un hombre sin manos...

Te llevas lo mío, me quedo lo tuyo;
lo digo por doble motivo:
porque conmigo se queda tu falta,
porque a lo eterno te llevas mi amigo.

A Miguel, que en paz descanse


01 abril 2008

Deporte, Vida y visión periférica

"Del arco al círculo..."

El arquero no podía fallar. Aprendió a relajar la mente, a regular la respiración, a equilibrar el cuerpo y a tensar el arco mientras sujetaba la flecha, que poco después se desprendía como una caricia entre los dedos desde su propio ser hacia la diana (el objetivo preciado, aquél hacia el cual dedicaba toda su atención). Nada a su alrededor debía distraerlo; sólo él, su arco en él y la flecha como su prolongación instintiva hacia el núcleo de aquel dibujo concéntrico...


"...y del círculo al arco..."

El centrocampista controló el balón de fútbol casi en un tropiezo; jadeando sobre el círculo central, apenas apantallaba con su cuerpo el acecho del contrario cuya respiración sentía en la nuca. Sabía que a treinta metros en distintos ángulos se movían hacia el arco contrario sus delanteros y pretendía hacerles llegar el regalo de un buen pase. Sin observar expresamente a nadie, percibía todos los movimientos a su alrededor, intuía aquéllos que no veía, aguardaba signos de sus compañeros y adivinaba intenciones de los contrincantes. Ponderaba varias opciones a cada décima de segundo y no descuidaba la defensa del balón, cuyo control no debía perder en ningún momento...

Dos deportes, dos personajes, dos formas de mirar y de actuar... Uno, centrando su percepción en el objetivo, ignorando el resto de estímulos; el otro, aparentemente disperso, recibiendo información inconsciente y necesariamente haciendo acopio de toda ella. Dos formas muy distintas de usar la VISIÓN PERIFÉRICA.

¿Que qué es la visión periférica? Te lo recuerdo un poquito:

Los ojos tienen la capacidad de fijar la mirada en los objetos para percibir su forma, color y movimiento con mucha precisión gracias a unas células llamadas conos. Pero además disponemos de otras células (los bastones) que en situaciones de poca luz nos permiten ver como en monocromo, distinguiendo vagamente las formas y apreciando los movimientos de aquello que nos rodea, aunque no esté en el eje central de la mirada. Es la visión periférica.

Cuando hay mucha luz y aparentemente sólo necesitamos de los conos, la información de los bastones queda discretamente encubierta, es casi como si no existieran, salvo por el hecho de que mantenemos un cierto grado de visión periférica.

Sin embargo, cuando los objetivos no tienen una luz clara, o cuando necesitamos mantener la orientación entre docenas de objetos que se mueven, los bastones adquieren su protagonismo. Se puede aprender a potenciar la visión periférica para enriquecer la percepción visual; hay que entrenarse para atender la información de los bastones (ésa que molesta al arquero pero tan bien aprovecha el centrocampista de fútbol).

La vida a veces se nos plantea como si fuéramos arqueros, como si hubiera un objetivo final, un lugar donde clavar la flecha, y todo lo demás no importara nada. Pero yo siento que esto no es así; no debe ser así.

Siento que surgen objetivos, metas, lugares hacia los que moverme, necesidades propias y ajenas que atender... pero también entiendo que debo prestarles atención a otras muchas cosas que ocurren a mi alrededor (o dentro de mí); son muchas las circunstancias, hechos, personas, acontecimientos, objetivos secundarios, intenciones ajenas, pactos, engaños y desengaños, previstos e imprevistos, estructuras y caos que me envuelven en distintos momentos y que también han de formar parte de mi vida.

La forma de entender esto, ¿podríamos llamarla visión periférica de la vida?

Me gusta sentir que un objetivo, por importante que sea, no me acorrala en la llamada "visión tubular" hasta el punto de olvidar otras muchas cosas que están a mi alrededor.


Quizá esto a veces me haga parecer disperso, distraído, o poco constante. E incluso yo mismo me recrimino esos defectos... pero ME GUSTA que ninguna cosa me llegue a absorber totalmente, que nada me impida darme cuenta de lo que sucede a mi alrededor y que eventualmente puede requerir mi atención directa.

Si quieres, vuelve a leer este artículo y mientras lo haces valora:
  • ¿No hay demasiados arqueros en esta sociedad de hoy?
  • ¿Utilizo la visión periférica de la vida? ¿lo percibo?
  • ¿Vivo inmerso en el claroscuro? ¿Lo que me falta es concentración?

¿Cómo lo ves? ¿qué tal andas de bastones?

Ya me contarás.

07 febrero 2008

El miedo

Después de algunos días, semanas, y meses sin presentarme ante la blogosfera, aquí vuelvo con un asunto peliagudo.
Como se verá, es una breve exposición de un protagonista que se las apaña para meterse por los entresijos de nuestra existencia, y que nos va dejando un poquito de sí mismo en cada verso del poema de nuestra vida:


Muchos creyeron estar preparados;
imaginaban que un día sabrían
estar por encima,
dominar su influencia nefasta.
Olvidarlo.

Mas su presencia emponzoña la tierra;
incontestable desata su ira,
engendra ruina;
doblegando a los seres más mansos
o a las fieras.


Miedo invasor del país del espanto
(incontinentes fronteras vencidas).
Entierra sus minas
donde callas tus horas amargas,
omitidas.

Mal compañero, mal enemigo,
hilvanador de campañas esquivas,
enésima pica,
¿dónde pongo yo a salvo mi alma
o la vida?

07 diciembre 2007

Collage

A veces, percibo mi vida como si fuera un collage: trocitos de cosas que se ponen y quitan, que se caen y que vuelvo a pegar donde me parece que van a quedar mejor.
Y no es que tenga muy claro cuál es el modelo o el objetivo a construir; más bien es un despliegue permanente de intuición, planificación, improvisación y creatividad.


Porque...
Cuando tienes aspiraciones e ideales te haces perseguidor de tus anhelos.
Cuando tu entorno te interpela, te haces flexible para mejorar tu entorno.
Cuando descubres tus capacidades, te ves impulsado a utilizarlas.
Cuando asumes responsabilidades te haces esclavo de los compromisos adquiridos.
Cuando descubres tus limitaciones, te ves obligado a rehacer los planes.
Y vuelta a empezar, a despegar y a pegar trocitos.

Es una debilidad que se convierte en fortaleza:

  • Debilidad porque todo cuanto haces parece leve, perecedero, inconstante.
  • Fortaleza porque todo cuanto cambia, se modifica y se adapta, demuestra que es algo vivo.

A veces, como ahora mismo, percibo el TIEMPO y el USO que hago de él como si mi vida fuera un collage,
con esa manía que tiene todo de desordenarse, de posponerse, de alargarse o abreviarse inesperadamente...
con esas apariciones y desapariciones de personas, hechos u ocupaciones que de forma caprichosa reclaman mi atención aleatoriamente.

Espero no desatinar.
Espero usar la paciencia y el buen humor para seguir pegando fragmentos, agrandando y achicando porciones, cambiando colores y piezas... no sé hasta cuando.

Creo que es posible.

Porque todo collage se apoya en un soporte para sus componentes; y confío en que mi sustrato se mantenga llano, sin arrugas, firme, estable,...
Es mi personalidad, asentada en mis principios, en mi espiritualidad, y reforzada por quienes me rodean.

Por favor, seguid ahí.